A las calles de Montevideo les faltaba algo , y no me daba cuenta que era hasta que fui a dar un paseo vespertino por la rambla : ¡faltaba el mate!
A mi regreso a Uruguay en 2010 fue una de las cosas que más me gustò , comprobar cómo la tradición seguía intacta y no entre los grandes , digamos que eso hubiera sido normal, me gustaba ver esos grupos de jóvenes de última generación con sus teléfonos inteligentes en una mano y en la otr el mate.
Mis favoritas eran las uruguayas jóvenes, radiantes esas que las miras y sientes que tienen actitud de ser la mas linda del barrio, la más inteligente de la universidad , la más simpática de la reunión o todas juntas
De esas hay en todo el mundo una imagen refrescante que te hace querer volver a esa edad , la diferencia es que cuando miraba a las uruguayas con su mate en la mano sentía que estaban al rescate del mundo , constituían la esperanza de qu ela globalización no puede arrasar con todas las costumbres y tradiciones , que no hace falta ir a un pueblo de frontera para verlo , estaban ahí , al alcance de la mano , actualizadisimas pero sosteniendo con firm
eza las raíces.
Eso me hizo falta esa tarde en la rambla de Montevideo , y me acerque a una conocida a preguntarle si ya no tomaba mate : Me dijo si, claro , tomo pero como desde la pandemia no se puede compartir , lo tomo sola en casa, al principio nos juntamos y llevamos un termo para todas pero cada quien su mate y eso , resultaba raro , entonces mejor tomarlo sola que no poderlo compartir.
Me quedè sin palabras, como con un vacío , sopesè una vez más el impacto de la pandemia, han cambiado tantas cosas para tanta gente que parece inmedible aùn .
Me encontré a mi misma preguntando lo incontestable , ¿cuàndo pasara esto? Ya no para que acabe , sino para medir cómo nos cambió la vida a todos!
Fotografía : propiedad de Oswaldo Hermida
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